Hoy queremos compartirles un hermoso relato creado en nuestra comunidad Cocornense sobre el árbol de mas de 130 años que da origen al nombre de nuestro desarrollo eco-turístico El Algarrobo.
En los tiempos donde la fuerza del sol era el dios guía y la tierra nuestra pachamamá, existía una tribu de hombres, niños y jóvenes liderada por un gran líder, cacique y guía espiritual. Vivian en un universo verde, rodeados de una bondadosa vegetación que les permitía trabajar la tierra y enseñarle a sus niños las buenas costumbres del trabajo, el respeto, el amor y la conexión entre el ser humano y la naturaleza.
Los días pasaban tranquilos, el sol brillaba y el viento acariciaba suavemente las mejillas de los hombres que juiciosamente labraban la tierra. Pero un amanecer, en el que los pájaros volaban aceleradamente hacia el horizonte y el resoplar del viento agitaba los árboles, generando temor entre los miembros de la tribu. Conforme pasaban las horas el cielo comenzó a oscurecerse, los arboles a deshojarse y los tallos a desdoblarse hasta el suelo y una lluvia torrencial comenzó a caer sobre la tribu; antes de anochecer el agua ya había arrasado todo a su paso.
Al ver la tempestad Los miembros de la tribu lograron refugiarse en unas cuevas alejadas que los resguardaron de la catástrofe, milagrosamente lograron sobrevivir. Una vez la furia del agua cesó, salieron de sus refugios para observar con tristeza las ruinas y la destrucción de sus resguardos y su tribu. No había manera de sobrevivir allí, debían partir y dejar su tierra atrás para comenzar a buscar una nueva en la que pudieran rehacer sus tradiciones. Necesitaban un milagro y durante varios ciclos de luna, hambre, sed y luchas climáticas lo buscaron sin cansancio.
En medio de la debilidad que invadía a la tribu, su cacique líder comenzó a visualizar una luz blanca y a desear con la intensidad de esa luz el hallazgo de un lugar hermoso, en el que pudieran ver un nuevo amanecer, trabajar la tierra, enseñar sus costumbres a sus hijos y entregarle al sol y a la tierra lo mejor que tenían para dar. Y con este deseo intenso en los ojos del cacique, siguieron caminando.
La noche los alcanzó en una planicie vacía y decidieron acampar allí con las esperanzas puestas en el día de camino que les esperaba al amanecer. Al despertar el cacique de la tribu Cocozná vio ante sus ojos, en lo que al anochecer era una planicie casi desierta, una tierra fértil llena de frutos exóticos y totalmente desconocidos para ellos y hermosas plantas de diferentes colores y texturas. Este era el milagro esperado, el lugar perfecto para cumplir uno de sus mayores deseos: vivir en armonía y unión con su tribu en una hermosa tierra.
En agradecimiento al dios sol y a la madre tierra por este tan hermoso hallazgo, los indígenas decidieron preparar una ceremonia para honrar a la mágica luna por hacerlos despertar en ese paraíso lleno de amor y armonía. Durante la búsqueda del lugar indicado para esta gran celebración, encontraron un árbol frutal exótico, con tantas frutas como estrellas y con frutos de excelente sabor y textura capaces de alimentar a toda la tribu.
El cacique impresionado con tanta riqueza dirigió la ceremonia lleno de agradecimiento y alegría. Alrededor del fuego y con cantos de alabanzas comenzaron a danzar al son de los tambores y en torno a este hermoso árbol dando gracias al padre sol y a la madre tierra por haberles dado la mejor bendición: una tierra rica en naturaleza y amor, con un árbol poderoso, grande y fuerte el cual decidieron llamar EL ALGARROBO.